Artículo de opinión de la Fundación Sustrai Erakuntza. Además puedes escuchar la entrevista realizada por la Cadena Ser de Pamplona, a nuestro compañero Pablo Lorente, sobre este tema. [Archivo de audio alojado en archive.org]:
La propiedad privada posee, fundamentalmente en manos de transnacionales, la explotación, distribución y comercialización de la energía en el planeta. Este hecho es causa y consecuencia para la justificación de proyectos cada vez de mayor envergadura, con costes ambientales y sociales crecientes, que se hacen patentes en nuestros territorios: centrales térmicas, líneas de alta tensión, proyectos hidráulicos, trenes de alta velocidad… e incluso el mantenimiento hasta su decrepitud de las centrales nucleares.
Y sin embargo, al igual que pasa con otros bienes de primera necesidad, como el agua o los alimentos, la especulación con la energía pone en juego la vida de las personas y el mantenimiento del equilibrio ecológico del planeta. Se provocan conflictos armados que se publicitan como operaciones por la libertad o la democracia, mintiendo y ocultando que desde hace décadas se han incrementado las guerras para el control geoestratégico de territorios donde se encuentran yacimientos, minas… que son la base de los recursos energéticos para mantener el modelo capitalista en los centros del Imperio (EE.UU., Europa y Japón principalmente).
Frente a los problemas originados por el sistema económico que pretende garantizar la seguridad energética de los países ricos de cualquier manera y a cualquier coste, creemos que se debe tender a un escenario de soberanía energética. Ello conllevaría un debate sobre dónde y quién ostenta el control de los recursos energéticos, con qué intención y, sobre todo, qué papel tienen los pueblos: la repercusión en su vida diaria, y la capacidad de participación en los procesos de decisión del modelo energético. De esta manera, la soberanía energética se entendería como el control por parte de los pueblos de las fuentes de energía, y el acceso descentralizado y democrático a las mismas.
Así, el derecho energético, es el que tenemos las personas de disponer de la energía que se requiere para cubrir nuestras necesidades básicas. La seguridad energética consiste en garantizar el abastecimiento de los recursos necesarios para la producción de la energía básica necesaria. Y finalmente la soberanía energética sería el concepto que establece un debate sobre el control de los recursos, el modelo energético y sus repercusiones sobre las personas, el entorno y sobre quién debe poseer el poder de decisión sobre estas cuestiones.
La principal fuente de producción eléctrica en Navarra es de origen no renovable, dado que las ilegales centrales térmicas de Castejón producen el 45,6% de toda la electricidad que se genera en Navarra, según el III Plan Energético de la Comunidad Foral. Esto demuestra que la construcción de parques eólicos y otras instalaciones de energía renovable realizadas desde los años 90 hasta la actualidad, no ha servido para que Navarra tienda a su autosuficiencia energética.
En esta situación, el propio Plan Energético, aprobado el año pasado, es claro al afirmar en su diagnóstico que Navarra es una comunidad autónoma excedentaria en la generación de energía eléctrica: Navarra ha incrementado de forma espectacular su capacidad de generación eléctrica en apenas dos décadas. Así, si en los 80 era totalmente dependiente del exterior (con la excepción de una pequeña aportación de energía hidráulica), en la actualidad es una región exportadora de electricidad (en 2009 se ha exportado un 39,12% de la electricidad generada).
Y, a pesar de la promoción interesada para el beneficio particular y privado de las energías renovables efectuada en nuestro territorio, más de la mitad de la energía eléctrica producida se realiza a través de la combustión de combustibles fósiles, como se ha visto. Si a esto le añadimos el consumo de estos combustibles no renovables en otros ámbitos, como el transporte o la calefacción, se puede concluir claramente que la dependencia de Navarra de estos combustibles es elevada. Así, el propio Plan Energético de Navarra indica que nuestra comunidad está por debajo de las exigencias europeas de auto-abastecimiento energético, que marca un objetivo de un 12% para este indicador, mientras que Navarra apenas llega al 11%.
Ante esta situación de sobre-producción y sobre-consumo de energía, y de falta de auto-abastecimiento de la misma; la única estrategia y apuesta de futuro que tiene sentido en Navarra es la de plantear decididamente una reducción de la producción eléctrica y un replanteamiento del modelo energético actual, promoviendo el ahorro y la reducción cuantitativa del consumo actual, tendiendo hacia la soberanía energética. Esto conseguiría reducir los impactos generados por las energías renovables y no renovables en nuestro territorio, y en otros que, aunque alejados, sufren de forma directa o indirecta las presiones de nuestro modelo derrochador y especulador.
La reducción del consumo energético es la única forma eficaz de poder llegar a ser autosuficientes en la generación de energía, algo necesario en vista del agotamiento de recursos como el petróleo o el gas natural.
Sin embargo, el Gobierno de Navarra está asumiendo el papel del promotor energético, liderando la instalación de grandes centrales de producción eléctrica, aprovechando el tirón de las energías renovables. De esta manera, el Gobierno apoya al sector privado, aprobando la instalación de proyectos con grandes afecciones ambientales como los parques eólicos de Cavar, en las Bardenas, o los previstos en Cortes; o las plantas de generación eléctrica con biomasa de Orkoien y Arguedas. De este modo, antepone los beneficios de empresas privadas al Interés General de la mayoría social, y a la preservación y mejora del medio ambiente, como dicta la Constitución en su artículo 45.
Este planteamiento de incremento del potencial energético de Navarra se recoge en el propio III Plan Energético Horizonte 2020, cuando por ejemplo se permite añadir 652,4MW de producción eléctrica de origen eólico hasta el año 2020. Actualmente la potencia de energía eléctrica de origen eólico instalada en Navarra es de 950,57MW, por lo que esta concesión supondría un notable aumento. Sin embargo, el añadir esta capacidad de generación eólica no es una alternativa a otras fuentes de energía, sino un complemento. Esto es así porque en el Plan no se proponen medidas de reducción de las fuentes de producción no renovable, como sería el caso de la clausura de las ilegales Centrales Térmicas de Castejón.
En Navarra hay que aplicar decididamente una moratoria en la instalación de más centrales de energía y planificar un decrecimiento energético que tienda a la soberanía energética. Es el momento de crear nuevas alternativas al modelo derrochador que nos ha hundido en esta profunda crisis de valores humanos.
Para ello debemos frenar el fomento de las industrias generadoras de energía con sistemas que atentan al medio ambiente, sean por el uso de combustibles fósiles, o por la implantación de grandes instalaciones de energías renovables en zonas medio-ambientalmente delicadas. Tenemos que erradicar el sobre consumo de energía, y garantizar el acceso a los recursos energéticos necesarios para la población. Hay que sancionar a las empresas energéticas por los impactos ambientales y sociales que han generado, e iniciar procesos legales para que restauren los ecosistemas degradados e indemnicen a las poblaciones afectadas. Y estamos obligadas a desarrollar y utilizar la planificación democrática en el desarrollo de energías limpias, descentralizadas, renovables y de bajo impacto. Desde la Fundación Sustrai Erakuntza nos ponemos a ello… y no vamos solas.