Gracias al actual contexto de la llamada “crisis” económica en Europa, ha quedado claro y nítido que los mercados financieros han endeudado y deslegitimado a las instituciones públicas, con el beneplácito y colaboración de nuestros dirigentes. ¿Quién toma las decisiones importantes que vertebran el modelo de sociedad que vivimos y vivirán las generaciones futuras?
La burbuja inmobiliaria se ha paralizado en seco y los especuladores, acostumbrados a ganar grandes sumas de dinero sin esfuerzo, y que anteponen sus beneficios económicos desorbitados por encima de cualquier otro objetivo o principio ético, necesitan otro mercado con el que conseguir más dinero y más poder.
Debajo de esta llamada “crisis” económica en Europa, parece estar la auténtica raíz de todo esto: la crisis energética más grave de la historia de la humanidad. No sólo una crisis del petróleo (se acabó el petróleo barato), sino que mucho más allá se trata de una crisis energética global: petróleo, gas, minerales, uranio, materias primas, agua, alimentos, etc.
En pleno cambio histórico y completamente a contrapié, muchos de los políticos están siendo completamente desbordados por los acontecimientos y, sin realizar mayores reflexiones, están a las órdenes de la especulación económica. Bajo estas directrices y esta coyuntura, se está trasladando parte del negocio especulativo que se ha vivido en la construcción, al negocio especulativo de la energía.
Para impulsar el negocio de la producción de energía eléctrica como nuevo negocio especulativo, es necesario fomentar un modelo de sociedad mas derrochadora, en este caso de energía eléctrica. Por eso, surgen y surgirán nuevos “inventos” que tratarán de hacernos más dependientes, más sumis@s y en general más consumistas. Como el TAV (Tren de Alta Velocidad), antes llamado AVE, ahora llamado TAP, pero siempre siendo un exponente del derroche energético eléctrico sin sentido económico, social o medioambiental. Surgirán también nuevos “inventos” de coches eléctricos, que podrán alcanzar tantos kilómetros/hora y que tendrán tanta autonomía, ineficaces energéticamente y que tratará de incentivar otra nueva pelota especulativa del derroche energético y de materiales bajo la mentira de la “movilidad sostenible” o la “eco movilidad”.
Para hacer llegar esta energía eléctrica a los puntos de consumo, será necesario que surjan proyectos de promoción de infraestructuras como la Línea de Alta Tensión, que ya ha reformulado Red Eléctrica Española (REE), empresa que monopoliza casi al 100% la distribución de la energía eléctrica. El papel de esta empresa es necesario para asegurar el funcionamiento del mercado energético y ampliar el negocio, que es la venta de energía eléctrica. En el mercado energético se subasta a diario la energía que se va a consumir. Al mercado le interesa vender grandes cantidades de energía, necesita que tod@s nosotr@s derrochemos energía, que seamos grandes consumidores de energía: TAP, coche eléctrico, edificios poco eficientes, máxima movilidad-máximo derroche de energía, máxima producción de basura para luego producir máxima energía en su incineración, etc.
Gracias a este modelo de sociedad del derroche surge la “necesidad” de la energía nuclear (Garoña), las centrales térmicas de Castejón, las centrales hidroeléctricas en pantanos como Itoiz y Yesa, o la incineración de Residuos en Olazti. Pero también otros proyectos menos conocidos, como las plantas de incineración de biomasa para producción eléctrica que se están proyectando en Orkoien y Arguedas, o los proyectos de gigantes molinos de viento en Las Bardenas y Cortes.
Todos estos ejemplos de centrales de producción de energía eléctrica van a tener un único objetivo común y compartido: producir la mayor cantidad de energía eléctrica. Energía que tiene que ser consumida si o si por este modelo de sociedad consumista del que todos y todas somos cómplices, para que así unas pocas personas puedan facturar y ganar la mayor cantidad de dinero posible.
Este punto es la clave para reflexionar sobre la conveniencia o no de desarrollar una planta de incineración de biomasa forestal para producir electricidad, en Orkoien o en cualquier otro lugar.
Habitualmente a la hora de argumentar a favor de este tipo de plantas se suele “saltar” mal intencionadamente de sector; pasando del sector especulativo de la energía (anteriormente mencionado), al sector forestal. A partir de aquí se intenta argumentar la necesidad de la limpieza de montes para su correcta conservación y desarrollo. Esta argumentación, lejos de cuestionarla, lo que trasladaría sería otra pregunta: ¿cuál es la forma más correcta de gestionar los restos de biomasa forestal que se produzcan? O dicho de otra manera: si como consecuencia de una planificación forestal, se concluye que al año se generaría una cantidad determinada de madera aprovechable, ¿cuál es la forma más eficaz desde el punto de vista económico, energético, social y medioambiental para aprovechar estos restos anuales de biomasa? Proyectar una gran planta de incineración de biomasa ¿no haría que se talen más árboles de los necesarios para suministrarle “combustible” y que genere más unidades de energía eléctrica, produciendo más ingresos económicos para sus dueñ@s?
Según los datos oficiales del Gobierno de Navarra, alrededor del 40% de la electricidad producida en Navarra se exporta fuera de la Comunidad Foral. Es decir se produce más electricidad de la que consumimos, por lo que la electricidad se ha convertido en un objeto de venta y especulación. Desde hace años que en Navarra no necesitamos producir más energía eléctrica de la que ya producíamos.
No hace mucho, en el año 2007, se celebró en Pamplona/Iruña Bio-south, un encuentro de expert@s que después de 26 meses de trabajo y cerca de 1 millón de euros de presupuesto, cuantificaron el potencial de aprovechamiento de biomasa forestal en el sur de Europa. En concreto en Navarra, valoraron en 100.000 toneladas/año el potencial de aprovechamiento de biomasa, y así fue hecho público y avalado por Juan Ormazabal, Director del CENER y Jose Javier Armendáriz, Consejero de Industria del Gobierno de Navarra.
Ahora, cinco años después, en una sola planta en Orkoien y con participación de dinero público a través de Sodena, proyectan incinerar 117.000 toneladas/año.
¿Existe algún informe que analice los impactos económicos, sociales y medioambientales que puede tener el desarrollo de este tipo de incineradoras de gran tamaño en Navarra? Creemos que se debería comparar la eficiencia de estas plantas de generación eléctrica con biomasa, con las posibilidades de aprovechamiento de los verdaderos residuos de la biomasa para su uso directo en forma de calor, en los sistemas de calefacción de los edificios que existen en toda la geografía Navarra.
La realización de esta infraestructura no está justificada ni por una necesidad de aprovechamiento de biomasa forestal, ni por una necesidad social real, ni por cubrir la demanda actual de energía eléctrica en Navarra. Entonces, ¿por qué se construye? ¿Quién se beneficia realmente de esta inversión? ¿Realmente compensa el alto coste ambiental y social que supondría su implantación?
Grandes inversiones para grandes negocios, manejados por pocas manos.
¡Vamos a la raíz!. Goazen sustraietara!
Fundación Sustrai Erakuntza
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